Claridad de propósito


Tal y como anunciamos en la presentación del programa Bherria 2022, nos hemos planteado tres ciclos anuales que giran en torno al trabajo en profundidad de los 11 atributos de la colaboración público-social.

En este primer trimestre del año vamos a profundizar sobre la definición de propósito, entendido este como la principal fortaleza en los proyectos de colaboración. Queremos realizar una primera reflexión partiendo de la realidad de las técnicas y técnicos de la Administración Pública vasca que participan en Komunitatea (la comunidad de aprendizaje de Bherria) y en Prestakuntza (las sesiones abiertas de capacitación para la acción).

Un proyecto, o un grupo de personas, opta por buscar la colaboración porque el reto supera sus capacidades. Esto les hace conscientes de la necesidad de incorporar otras fuerzas, otros saberes, otras perspectivas y otras experiencias. Solos y solas no podemos, y esta es la razón por la que tejemos alianzas, más o menos estables, que nos permiten articular respuestas más cercanas a las necesidades reales.

Los roles, necesidades, vivencias y disciplinas deben ser diversas para poder ser complementarias; por eso, es habitual que en estos procesos surjan conflictos. Alinear las necesidades suficientemente, protegiendo también las diferencias, es uno de los objetivos y, al mismo tiempo, una de las claves de éxito de los proyectos de colaboración público-social.

Tenemos la certeza de que definir un propósito compartido entre todos los agentes implicados en un proyecto de colaboración ejerce de palanca para la acción conjunta y ayuda a alcanzar relaciones centradas en la tarea desde el reconocimiento mutuo, al tiempo que favorece acciones autónomas que enriquecen el desarrollo de los proyectos a través de diferentes visiones. El equilibrio que se presenta es el siguiente; ¿cómo explicitar retos, objetivos y un propósito compartido que pueda inspirar a pasar a la acción, además de permitir los matices y maneras de sentir, pensar y hacer diferentes?

Cuándo reflexionamos sobre la claridad de propósito ponemos el foco en las siguientes características:

  • Definición participada del reto al que atender.
  • Transparencia con respeto a los intereses presentes en el proyecto y a los agentes implicados.
  • Establecer los límites del impacto y aclarar la capacidad de incidencia del proyecto.
  • Garantizar el acceso a la información y hacer presentes los acuerdos y líneas compartidas.

Necesitamos, por tanto, seguir generando espacios para reflexionar, de manera colectiva, sobre nuestros proyectos e ir definiendo imágenes y textos que nos alineen. Un propósito tiene que ir evolucionando con el proceso. Desde esta meta que nos une vamos a poder lograr una mayor autonomía para actuar e invertir menos energía en consensuar pasos pequeños. Esta mirada colectiva al futuro nos cohesiona, impacta en nuestra eficiencia y nos conecta más con nuestra aportación personal al proyecto colectivo.

A veces invertimos energía en la fantasía de consensuar las diferentes perspectivas y expectativas de un proyecto, o de una organización, en una “frase Frankenstein”. Es decir, siguiendo la estela de los ejercicios de misión+visión+valores clásicos, un grupo pequeño de personas elaboran una frase carismática que pretende definir los lugares donde invertiremos nuestra energía en el futuro.

Lo explica Brian Robertson en su inspirador libro “Holacracia”. A menudo las “esperanzas, sueños, ambiciones y deseos (…) proyectadas (…) oscurecen su propósito”. “Cada proyecto tiene cierto potencial o capacidad creativa que es el más idóneo para expresarse de forma duradera ante el mundo, teniendo en cuenta todo aquello de lo que dispone: historia, recursos, personas….”
Creemos, de manera congruente, que el ejercicio de descubrir este propósito es más un ejercicio detectivesco, de escucha y sorpresa, que un trabajo creativo. Se trata, además, de una herramienta que queremos poder utilizar a diario. Todo lo que hacemos: nuestra gobernanza, la planificación o las acciones se estructuran para expresar de la mejor manera posible este propósito. Y ante una duda importante podemos preguntarnos cuál de las opciones contribuye mejor a nuestro propósito.

Hace unos años, y en el marco de un proceso participativo para el diseño de un equipamiento que iba a ser gestionado desde una modelo de colaboración público-social, un grupo de personas construyeron un pequeño objeto con plastilina, maderas de colores y una lana que los unía.

Querían reflejar que lo más importante de este proyecto debía ser, precisamente, la colaboración entre personas diferentes para ir construyendo una red más fuerte que revitalizara el barrio donde se situaba el edificio. Ese objeto acabó siendo un logotipo, y durante un tiempo importante el leitmotiv de mucha de la acción de estas personas.

¿Cómo cuidar este alineamiento e inspiración? ¿Dónde y cómo conectar con el potencial de los procesos de colaboración público-social?

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