En el marco del trabajo impulsado por la Diputación Foral de Gipuzkoa para integrar la acción comunitaria en sus políticas públicas, se ha llevado a cabo un curso de verano bajo el título“¿Cómo facilitar la acción comunitaria desde la ordenación urbana y el diseño de espacios y equipamientos públicos?” La propuesta subraya la importancia de la infraestructura social como pieza clave para el bienestar colectivo, destacando el rol de los equipamientos públicos en la creación de relaciones sociales recurrentes que favorecen la trama comunitaria.
Desde Bherria seguimos este trabajo por las sinergias que se generan entre la colaboración público-social y comunitaria. En la segunda sesión del curso, celebrada en Lekuona Fabrika, se reflexionó sobre cómo los equipamientos públicos pueden impulsar y fortalecer la trama comunitaria.
La acogida como pilar fundamental
Los equipamientos de proximidad son clave para generar capital social, ya que facilitan el contacto diario entre las personas, creando lazos de afecto y comunidad. Cuando están diseñados con este propósito, promueven la solidaridad espontánea: las personas entran solas, pero salen acompañadas, fortaleciendo así los vínculos sociales.
El primer paso para impulsar esta transición es la acogida. Según Óscar Rebollo, dicha acogida debe cumplir con ciertas características que resuenan con los principios que hemos trabajado en Bherria en el ciclo “El grado de apertura de los procesos de colaboración público-social”.
1. La acogida comunitaria tiene una intencionalidad. ¿Por qué la hacemos? ¿Cómo conectamos lo que sucede en el interior con el exterior? ¿Cómo vinculamos a las personas con los objetivos del proyecto comunitario?
2. Debe sustentarse en valores esenciales, como la escucha, la empatía y el acompañamiento. ¿Cómo se incorporan estos valores en cada interacción del proceso de acogida? ¿Qué prácticas garantizan que estos valores se mantengan en situaciones desafiantes o complejas?
3. La comunidad se construye persona a persona. La acogida la realiza una persona, y es en esta relación cara a cara donde las conexiones se fortalecen. No se trata solo de ofrecer herramientas al grupo, también es necesario contar con recursos personales.
4. Integrar a todas las personas del proyecto en este proceso de relación persona a persona. ¿Cómo trabajan los equipos para diseñar y ejecutar una estrategia de acogida?
5. La acogida se produce en un espacio físico que influye. Es necesario un urbanismo y una arquitectura que permitan habitar el espacio de manera adecuada. ¿Cómo se piensa el espacio? ¿Cómo se conecta lo de adentro con lo de afuera?
Espacio físico, equipamientos públicos y construcción comunitaria
Para María Arana (Urbanbat), la gestión de equipamientos comunitarios y la ordenación del territorio están estrechamente vinculadas. Los espacios bien diseñados facilitan las relaciones sociales, y la acción comunitaria influye en su uso. La arquitectura es clave, ya que crea entornos que no solo acogen, sino que también provocan el encuentro y la interacción social.
Proyectos como Jolasplaza, donde los niños y las niñas participaron en el diseño de su espacio de juego, muestran cómo la arquitectura puede adaptarse a las necesidades de la comunidad, haciendo accesible la información técnica y conectando con las y los usuarios. De manera similar, en Lantegi Kolaboratiboa, la programación de espacios culturales en Ordizia, se basó en el diálogo entre agentes locales y colectivos, demostrando que los edificios no son estáticos, sino que evolucionan según las actividades que albergan. Bidatzenea es un ejemplo de cómo un equipamiento cerrado se transformó en un espacio abierto y conectado con su entorno, tras un proceso participativo en el que se recogieron las necesidades de las mujeres de la villa. El resultado fue la creación de un espacio verdaderamente comunitario e integrado en el tejido vecinal. Estos casos subrayan que la arquitectura es una herramienta activa en la construcción de comunidad, no solo un contenedor.
María Arana también presentó una investigación sobre vivienda expandida, destacando la pérdida de oportunidades comunitarias por locales vacíos (35% en promedio, hasta 65% en algunos barrios). En este sentido, en el barrio Txabarri de Sestao, se ha iniciado un piloto para reutilizar 15 locales pequeños. El reto principal es la implicación social y se ha creado una guía de activación para replicar estos proyectos
Una mirada desde dentro de la administración local
Iker Tolosa planteó un enfoque de gestión cultural orientado a la construcción comunitaria. Desde su perspectiva, las infraestructuras culturales están experimentando una transformación significativa, evolucionando de grandes teatros a centros culturales más pequeños y accesibles. Esta transición responde a las nuevas demandas sociales, donde los derechos culturales están estrechamente ligados a la activación
La gestión de los equipamientos culturales cambia radicalmente cuando la ciudadanía, junto con la Administración Pública, participa en el diseño de la programación de los mismos. Un ejemplo claro de esta gestión colaborativa es el de Herritar Plaza, de Lekuona Fabrika, donde se aplican modelos basados en la horizontalidad y la participación.
Un programa de actividades participativo no solo fortalece la conexión entre los equipamientos y la ciudadanía, sino que también facilita la creación artística, donde el público se convierte en creador. Estas creaciones no solo son un medio de difusión, sino que también generan experiencias inolvidables para las y los participantes, quienes se convierten en creadores o creadoras. Este proceso que precisa del amateurismo, promueve el trabajo colectivo y refuerza el sentido de comunidad.
En lo que respecta a la tensión entre la participación ciudadana y los procedimientos administrativos, el término «tramitar un unicornio», utilizado varias veces en Bherria, resulta muy útil para ilustrar la dificultad de gestionar proyectos colaborativos con la ciudadanía debido a las barreras normativas, como la ley de contratación, las subvenciones, los seguros o la protección civil.
Además, es importante crear una identidad compartida que, además de legitimar, motive a la ciudadanía a cuidar los equipamientos culturales. Cuanta más diversidad se integre en esta identidad, mayor será la legitimación y el sentido de pertenencia hacia los espacios públicos. En esta línea, desde Bherria buscamos aportar las claves desarrolladas en el ciclo de trabajo del atributo “Claridad del propósito”.
Para Iker, la gestión de los espacios culturales debe estar orientada por una visión de servicio público. Los errores forman parte del proceso, pero con un liderazgo claro y capacidad para gestionar la incertidumbre es posible fortalecer este tipo de proyectos que aportan un gran capital social a nuestros municipios.
Además, Iker presentó su decálogo para una gestión cultural que promueva la construcción comunitaria y la colaboración entre la ciudadanía y la Administración Pública:
Ideas claves en la conversación abierta
Después de las ponencias, una mesa redonda con las y los participantes continuó ofreciendo claves para el diseño de equipamientos que fortalezcan la trama comunitaria. Se discutieron temas como:
- Evitar el asistencialismo. La acogida debe ir más allá de lo asistencial, ya que este enfoque reduce las acciones a simples funciones o trámites, restando valor a la participación y el compromiso de las personas con el equipamiento
- Promover una participación genuina. La acogida debe involucrar a las personas activamente, no solo cumplir con procesos establecidos o delegar la responsabilidad a otros que pueden no entender la importancia de participar en estos espacios comunitarios.
- Romper barreras sociales y físicas. Los equipamientos comunitarios deben facilitar la inclusión, evitando que las actividades queden limitadas a ciertos colectivos. Al romper las barreras, se amplía la participación y se fortalecen las relaciones entre todos los usuarios del espacio.
- Espacios limitados y compartidos. La falta de recursos y espacio físico adecuado puede ser un obstáculo en la acogida. Es importante aprender a compartir estos recursos de manera organizada y efectiva, lo que puede llevar a una mejor convivencia y calidad en los servicios ofrecidos.
- Uso equitativo de los espacios. La acogida debe garantizar que los espacios no sean monopolizados por grupos específicos. Es clave promover el uso justo y equitativo de los recursos comunitarios, asegurando que todos los colectivos se beneficien de ellos.
- Valores compartidos. La acogida debe basarse en la creación de un código de valores comunes que favorezca la colaboración y la convivencia.
- Importancia de la empatía y las relaciones humanas. A menudo, lo que más valoran las personas no es el servicio recibido, sino la empatía y la atención con la que fueron acogidas.
Para concluir, el laboratorio Bherrilab, desarrollado en 2019 como un espacio para la experimentación en la gestión comunitaria de equipamientos públicos, ofrece aspectos normativos, de colaboración, criterios de gestión de espacios, indicadores de evaluación y una base de datos documental que siguen siendo pertinentes a la hora de diseñar o repensar equipamientos que fortalezcan la trama comunitaria de sus territorios.