El Ateneu Candela, ubicado en Terrassa (Barcelona), es un espacio abierto a la ciudad y a su gente. A punto de cumplir dos décadas, es un punto de encuentro de iniciativas ciudadanas, de actividad, de producción de cultura y de comunidad. Este centro social se gestiona con grupos de trabajo; cada proyecto trabaja de forma autónoma y, al mismo tiempo, conectada como nodo de la red/centro social. La información circula gracias a un espacio de gestión, el Hub Candela, que dinamiza el centro social.
El local del Ateneu Candela está en alquiler; el proyecto se financia por dos vías: propias y externas. La aportación propia proviene de las personas asociadas y de las vías de producción de renta de los nodos de empresariabilidad política y de economía social que lo habitan. Las aportaciones externas provienen de fuentes de financiamiento públicas: locales, regionales y europeas.
Hemos conversado con Elena Blanco y Alcira Padin sobre su experiencia en gestión comunitaria de espacios públicos.
A vuestro entender, ¿cuáles son las claves que definen un proyecto de gestión comunitaria de un espacio público?
Para la gestión comunitaria de un espacio público tiene que haber masa crítica, es decir, comunidad(es) que apuesten por un proyecto de laboratorio ciudadano que lleve adelante experiencias de autogestión colectiva. También tiene que existir una organización interna que genere los marcos reguladores de esa praxis, que esté en constante reformulación pero que marque criterios compartidos y consensuados para abordar el uso de un espacio común.
Al mismo tiempo, tiene que existir voluntad política de parte de las instituciones para que los recursos públicos sean destinados a posibilitar condiciones de uso de instalaciones públicas por parte de la ciudadanía; donde lo público-comunitario explore nuevas maneras de interacción.
¿Qué retornos y beneficios sociales aportan los proyectos de estas características?
Uno de los aportes sociales de este tipo de iniciativas es la existencia de experiencias de gestión ciudadana y democrática de espacios públicos de la ciudad. Es decir, practicar la autogestión ciudadana de lo público, contar con experiencias que marquen no solo límites sino contrapesos a los modelos de ciudad-mercancía, a través de una praxis que materialice la existencia de comunes urbanos. Y coligado a todo ello, la producción de una agenda de actividades e iniciativas que marquen horizontes de nuevas maneras de producir conocimiento crítico y cultura libre.
El BherriLab aborda cuatro ámbitos de trabajo: marco jurídico, colaboración, criterios de cesión y adjudicación e indicadores de retorno social. En vuestra experiencia, ¿dónde están los potenciales? ¿Cuáles son las palancas que pueden propiciar cambios en estos ámbitos?
El tejido comunitario, su propia existencia y transcurrir (el caminar preguntando) demarca nuevos vocabularios para nombrar sus praxis diarias de autogestión. Esas nuevas maneras de nombrar el conflicto por lo común son un elemento palanca. También la praxis es campo de saber para los marcos regulatorios de lo público en escenarios de innovación social. Es decir, las prácticas son las que hacen de palanca para la transformación. También las luchas articuladas por la cesión de espacios para uso ciudadano enmarcado en un catálogo de diversos derechos sociales a reapropiar o generar en contextos de crisis y privatización de los espacios de las ciudades como el actual.
¿Podéis compartir algún aprendizaje que pueda ayudar a proyectos que están marcha o a punto de iniciarse?
Buscar siempre lógicas de cooperación o lógicas que partan de pensar los recursos como comunes. Estar en conexión con otras iniciativas amigas para tener constantes inputs. Generar tejidos a nivel local que exploren ecosistemas de proyectos que cooperen y se estimulen entre sí.
Proyectos como Ateneu Candela son posibles por un cúmulo de elementos porque son procesos lentos, entre ellos la paciencia, la confianza en el saber hacer de las comunidades cuando pelean por espacios de uso común, saber que habrá discusión política pero también gestión, es decir, trabajos invisibles que son parte de trabajos a distribuir. Y no temerle a la continua reformulación a medida que la comunidad vaya cambiando, ampliando, etcétera.
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