#LoQueViene: RESET

“Cuando el agua ha empezado a hervir, apagar el fuego ya no sirve de nada”.
Nelson Mandela

En 2019 ya vivimos tiempos marcados por la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad. Tiempos VUCA, por su acrónimo en inglés. Hemos visto que los acontecimientos pasados ya no son predictores del futuro, lo que dificulta la previsión y la toma de decisiones, y nos obliga a reinventarnos constantemente. Las soluciones de ayer no son útiles para los desafíos de hoy, y de mañana. El grado de complejidad de los problemas y la variabilidad en cuanto a las posibles respuestas se incrementan.

La pandemia ha hecho crecer la desconfianza, la incertidumbre y la nostalgia por tiempos pasados. Cuando el futuro no es una convicción de progreso se convierte en una pesadilla, y la nostalgia se impone para calmar ansiedades y miedos. Estos miedos se globalizan y determinan los estados sociales. En palabras de Martha Nussbaum: “El miedo tiende a bloquear la deliberación racional, envenena la esperanza e impide la cooperación constructiva en pos de un futuro mejor, […] a sobrepasarnos y a impulsarnos a actuar de forma egoísta, imprudente y antisocial”.

En este contexto, en el que afloran las sociedades nerviosas, saber entender la atmósfera emocional en la que se desenvuelve lo político y lo social deviene crucial para poder interpretar nuestro presente. Un presente que impone su tiranía y donde lo inmediato, lo breve y rápido le gana a lo denso y lento; la cantidad frente a la calidad.

Un presente que se impone a la idea del futuro que solía ser un poderoso estímulo para el cambio social, un lugar de progreso al que ir, la meta y la conquista de un espacio temporal en el que nuestros objetivos, convertidos en retos por la acción política, podían transformarse en logros y derechos.

Hoy, es necesario recuperar el futuro si queremos recuperar la ilusión ciudadana. Necesitamos volver a pensarlo, a imaginarlo, a construirlo como un espacio dinamizador y generador de energías para cualquier proyecto político y social.
No es un objetivo fácil cuando vemos que el descrédito y la desconfianza generalizada en las instituciones, y líderes sociales, aumentan en todo el mundo y conducen a un estado permanente de fragilidad democrática y resquebrajamiento de la autoridad moral, política e institucional. La inestabilidad crece como preocupación y se produce una explosiva conjunción de elementos desestabilizadores con el perímetro que dibuja la crisis económica, social y política en este escenario postpandemia.

Es clave ofrecer soluciones y canalizar un estado de ánimo desesperanzado, sin confianza en el futuro, y hacerlo:

  • Desde nuevos modelos de liderazgo más sensibles, empáticos, generosos, colaborativos, transversales, efectivos…
  • Explorando nuevas dinámicas de relación, que nos lleven a iniciativas colectivas de calado real.
  • Aplicando la escucha activa para reconocer el papel decisivo de unos/as y otros/as, paso previo para construir un “nosotros y nosotras”.
  • Tejiendo relaciones duraderas, de largo alcance, creando comunidades a partir de intereses compartidos.
  • Pensando “fuera de la caja” para estimular la creatividad y la innovación.
  • Definiendo un propósito claro.
  • Poniendo en valor, más que nunca, la dimensión social y la definición de un espacio de lo público compartido, que sume talento, sinergias y efectividad.

Para afrontar #LoQueViene y hacer realmente un reset, es imprescindible una alianza por el interés general, ya que la verdadera rentabilidad sostenible es la del bien común. No se pueden afrontar los grandes desafíos sin contar con la implicación y compromiso colectivos. Y es tan necesario tender puentes desde la política a la ciudadanía, como sumar el compromiso y la fuerza de esta, asumiendo un mayor papel político en la sociedad.

La sociedad en su conjunto se la juega: menos de diez años para cambiar nuestro modelo productivo y energético, y hacer la triple transición económica, social y ecológica. Y los retos son muchos: recuperar la confianza ciudadana en la política y relegitimar las instituciones; avanzar hacia un nuevo contrato social incluyente y solidario, que sea capaz de enfrentar los desafíos que se nos presentan; e impulsar un cambio cultural y de modelo político y social, de lo micro a lo macro, del yo al nosotros y nosotras.

Si queremos que estos cambios del progreso lleguen mejor, y a todas las personas, necesitamos espacios de consenso y participación colectiva. Espacios amplios, acogedores, superadores… para reflexionar conjuntamente y ver en qué punto estamos y hacia dónde queremos ir.

La cooperación, la colaboración bien entendida, no es solo una declaración; es una atmósfera, una actitud, una disposición. Y proyectos como Bherria tienen el potencial para diseñar los espacios de confluencia de lo público-social y la capacidad de poder cambiar modelos organizativos.

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